El término cellula o célula fue acuñado en 1665 por el
científico inglés Robert Hooke al observar bajo las lentes de un microscopio
rudimentario las «celdillas» constituyentes del corcho y otros tejidos
vegetales (que correspondían, en realidad, a restos celulares y no a células
vivas). En 1674, Antony van Leeuwenhoek, un comerciante de telas holandés
aficionado a pulir lentes, describió que la sangre estaba compuesta por
diminutos glóbulos que fluían a lo largo de delgados capilares y realizó
numerosas observaciones de diversos «animalículos» u organismos microscópicos,
a menudo unicelulares, que hoy conocemos como microorganismos.
El siglo XIX constituyó, sin embargo, el verdadero punto de
partida para el estudio de la célula y su función, que se desarrolló
paralelamente a los avances de la microscopía y a la aparición, en la década de
los años treinta, del microscopio compuesto. En 1831, el botánico escocés
Robert Brown introdujo la noción de núcleo celular y en 1838, el botánico
Matthias Schleiden y el zoólogo Theodor Schwann enunciaron el postulado básico
de la teoría celular, según el cual todos los seres vivos, vegetales y
animales, están formados por células, a las que consideraron las unidades
vitales fundamentales. En 1839 Purkinje denominó «protoplasma» al contenido
celular.
Estudios posteriores completaron el conocimiento de la
célula. Así, en 1855, el patólogo Rudolf Virchow estableció que todas las
células proceden de otras preexistentes (omnis cellula e cellula) y, ya a
principios del siglo XX, las investigaciones sobre la estructura del sistema
nervioso del histólogo español Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de
Fisiología y Medicina en 1906, demostraron la individualidad de las neuronas y
pusieron de manifiesto la universalidad de la teoría celular al aplicarla
también al tejido nervioso.
La teoría celular postula que la célula es la unidad
fundamental de los seres vivos, desde los más sencillos (microorganismos) hasta
los organismos superiores más complejos (animales y vegetales), tanto en lo que
se refiere a su estructura como a su función.
Actualmente, la teoría celular se resume en los siguientes
puntos:
- Todos los organismos vivos están compuestos por células.
- La célula es la unidad estructural y fisiológica de los
seres vivos.
- Las células constituyen las unidades básicas de la
reproducción: cada célula procede de la división de otras células
preexistentes, siendo idéntica a estas genética, estructural y funcionalmente.
- La célula es la unidad de vida independiente más elemental.
DIVERSIDAD CELULAR.
Las células presentan
una gran variabilidad de formas e, incluso, algunas no presentan una forma
fija. Las células con forma definida pueden ser redondeadas, elípticas,
fusiformes, estrelladas, prismáticas, aplanadas, etc., es decir, no hay un
prototipo de forma celular. El hecho de que normalmente se representen como una
circunferencia, o una elipse, con un punto que representa el núcleo, es una
mera simplificación de la realidad.
Muchas células libres, como, por ejemplo, las amebas y los
leucocitos, que carecen de una membrana de secreción rígida y que presentan una
membrana plasmática fácilmente deformable, están cambiando constantemente de
forma al emitir prolongaciones citoplasmáticas (pseudópodos), para desplazarse
y para fagocitar partículas. Otras células libres similares, pero sin la
capacidad de emitir pseudópodos, como muchos ciliados, eritrocitos y
linfocitos, presentan una forma globosa. Ello se debe a la cohesión entre las
moléculas de agua. La misma causa que explica que las gotas de líquidos sean
esféricas y que, si la cohesión es muy elevada, como sucede en el mercurio,
conserven esta forma incluso sobre un sólido.
Las células que se encuentran unidas a otras formando
tejidos, si carecen de una pared celular rígida, tienen una forma que depende,
en gran parte, de las tensiones que en ella generan las uniones con las células
contiguas. Por ejemplo, el tejido epitelial animal, que sirve para revestir
tanto la superficie externa como los conductos y cavidades internas, puede
observarse que las células profundas tienen forma prismática, mientras que las
superficiales, que no experimentan tensiones por otras superiores, son
aplanadas. Además, si se separan las células de un tejido, mediante la rotura
de las conexiones que las unen, y se colocan en un medio de cultivo, las
células tienden a adquirir la forma esférica.
En todas las células carentes de membrana rígida, su forma
también viene muy influida por los fenómenos de ósmosis.
Las células provistas de pared de secreción rígida, como,
por ejemplo, las bacterias que poseen una pared de mureína, la mayoría de las
células vegetales que poseen una pared celular de celulosa y los osteocitos del
tejido óseo, presentan lógicamente una forma muy estable. Aunque también están
sometidas a fenómenos osmóticos, su forma no varía.
Finalmente, queda resaltar que la forma de las células está
estrechamente relacionada con la función que desempeñan. Así, las células
musculares suelen ser alargadas y fusiformes, adaptadas, pues, para poderse
contraer y relajar; las células del tejido nervioso son irregulares y poseen
numerosas prolongaciones, lo que está relacionado con la capacidad de captar
estímulos y de transmitirlos; las células del epitelio intestinal presentan la
membrana plasmática libre con innumerables pliegues para aumentar su superficie
de absorción; etc.
En resumen, las formas de las células están determinadas
básicamente por su función y pueden variar más o menos en relación con la
ausencia de pared celular rígida, tensiones de uniones a células contiguas,
viscosidad del citosol, fenómenos osmóticos y tipo de citoesqueleto interno.
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